El Apego


Seguro que muchos de vosotros habéis oído hablar del apego, pero ¿qué es exactamente el apego y por qué es tan importante?

El término “apego” fue desarrollado por primera vez por John Bowlby, que lo define como cualquier forma de conducta que tiene como resultado el logro o la conservación de la proximidad con otro individuo claramente identificado al que se considera mejor capacitado para enfrentarse al mundo. Las personas, cuando nacemos, tenemos una capacidad limitada para regularnos. No somos capaces de regular nuestras emociones o nuestro sistema fisiológico por lo que dependemos de otra persona que nos enseñe a hacerlo.

El apego es un sistema de conexión social que sirve para desarrollar relaciones afectivas y vinculares. Las primeras relaciones de apego nos enseñan a regular la estimulación interna y externa. Esta regulación relacional, facilita el desarrollo de una de las áreas del cerebro responsable de la regulación de la actividad fisiológica: el córtex prefrontal orbital.
Las alteraciones tempranas de apego tienen efectos perjudiciales duraderos. Disminuyen la capacidad para regular la actividad fisiológica, desarrollar relaciones sanas y modular el estrés.


Para estudiar más a fondo este concepto, Ainsworth llevó a cabo un estudio que se conoce como “la Situación Extraña” el cual permitió definir distintos tipos de apego que los niños pueden desarrollar con el cuidador primario. En este estudio, el bebé es observado en una sala de juegos donde permanece con el cuidador, con un extraño, con ambos o solo. El énfasis de la observación se pone en la exploración de juguetes por parte del niño, en la reacción cuando el cuidador abandona la sala y en la reacción del niño cuando el cuidador regresa. Tras la observación, Ainsworth describió tres tipos de apego:
  • Apego Seguro: Los niños con este tipo de apego se muestran activos durante la fase de exploración, se muestran un poco ansioso cuando el cuidador abandona la sala y se calman inmediatamente cuando el cuidador regresa. Estos niños tienen a su cuidador como una “base segura”, los ven como accesibles. Los niños con un apego seguro tienen un margen de tolerancia bastante amplio y son capaces de desarrollar un sistema de conexión social adecuado. Estos niños generalmente se convierten en adultos que son capaces de tolerar la frustración y las decepciones dentro de las relaciones. Se sienten cómodos siendo autónomos, pero también aceptan la ayuda externa cuando es necesario.

  • Apego ambivalente/resistente: Son niños que se muestran ansiosos, pero también pueden mostrarse pasivos. No exploran ni juegan con los juguetes cuando están en un ambiente desconocido y se alteran de forma exagerada cuando el cuidador deja la sala. Este estado de ansiedad no reduce cuando el cuidador vuelve a la sala. Ven a sus cuidadores como inconsistentemente accesibles o insensibles cuando les necesitan. Son niños que han crecido con una madre impredecible en su comportamiento con el bebé. A la hora de relacionarse, tienen más en cuenta sus propias necesidades que las del niño, lo que hace que puedan sobreactivar al niño cuando lo que este necesita es calmarse. A veces, se muestran accesibles y responsivas mientras que otras veces no, lo que hace que el niño no se pueda fiar de su madre o cuidador primario. Son niños que se muestran muy cautelosos, irritables, enfadados o tristes y tienen dificultades para recuperarse del estrés. Generalmente tienen problemas para controlar sus impulsos y tienen un gran temor al abandono. Estos niños dan lugar a adultos que se muestran preocupados con el apego. Suelen depender excesivamente de los demás y suelen ser muy intensos en sus relaciones. Se centran mucho en su propio malestar interno y buscan desesperadamente una forma de alivio. 

  • Apego evitativo: En estos casos, los niños sí que exploran los juguetes, llegando a ignorar al cuidador. Cuando este sale de la sala, no muestran respuestas de ansiedad y cuando el cuidador regresa, los niños le evitan. Las necesidades de estos niños han sido desatendidas o rechazadas por lo que los niños asumen que cualquier llamada de atención no va a servirles de nada. Son niños que han crecido con madres que evitaban sobre todo el contacto físico o las miradas de los niños. Esto hace que al final el niño no intente mantener ningún tipo de contacto con la madre. No buscan proximidad con su cuidador primario y son reservados emocionalmente. Estos niños se convierten en adultos que suelen distanciarse de los demás, son muy independientes y no tienen mucho contacto con sus emociones. Son personas que en situaciones de estrés tienden a retraerse y evitan buscar apoyo emocional de los demás. 




Con base a estas observaciones, Mary Main y Judith Solomon, observaron que había niños que no podían ser clasificados en ninguno de los tres grupos anteriores, por lo que crearon un cuarto grupo conocido como “apego desorganizado”. Los niños que desarrollan este tipo de apego se muestran faltos de estrategias. Pueden desarrollar cualquiera de las conductas anteriormente descritas, sin un patrón de actuación claro. Este tipo de apego lo desarrollan niños que son desatendidos por sus figuras paternas o que son maltratados. Está asociado al maltrato infantil, negligencia y abuso sexual. Estos niños crecen con cuidadores que se muestran inaccesibles y reaccionan de forma inapropiada o rechazante ante las muestras de estrés.

Los adultos con un apego desorganizado generalmente muestran grandes incongruencias entre lo que piden a nivel verbal y a nivel no verbal. Por ejemplo, una persona puede pedir verbalmente algo de contacto, pero alejarse cuando alguien se le acerca. Estas personas han vivido con dos sistemas opuestos activados al mismo tiempo: el apego y el sistema de defensa. Al estar con madres o cuidadores primarios amenazantes, tienen que protegerse, pero a la vez tienen que apegarse a ellos por lo que se genera una incongruencia muy grande que hace que en sus relaciones adultas tiendan a buscar la proximidad pero a la vez a estar alerta.

La teoría del apego no solo influye en cómo se van a relacionar los niños con el resto del mundo a lo largo de su vida, si no que también influye sobre el concepto que van a tener sobre ellos mismos y sobre su personalidad. Las interacciones con los padres construyen los “modelos de trabajo internos” del sí mismo. Los modelos de trabajo interno son esquemas de cómo se ven las personas a sí mismas basados en el rol que tienen en las relaciones de apego con su cuidador primario. Estos trabajos internos se forman a base de las creencias sobre la valía que considera uno que tiene como individuo. Cuando las relaciones con los padres son malas, estos modelos internos no se desarrollan de la manera más saludable, lo que puede llevar a la aparición de trastornos de personalidad. Se han asociado rasgos narcisistas, antisociales e histriónicos con el apego evitativo y rasgos de personalidad límite con el apego desorganizado.

Es por eso que tener una buena base es fundamental para el buen desarrollo de las personas. Por suerte, si se tiene un apego inseguro o desorganizado, eso no significa que tenga que ser así para siempre. La terapia ayuda a trabajar estos aspectos para facilitar a las personas a que desarrollen mejores relaciones sociales y una mejor imagen de sí mismas.

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